lunes, 2 de noviembre de 2009

Por la tarde llegamos a la zona de Taranaki, un volcán con una forma como si la hubiese pintado un niño. Coronado por nieve y una falda completamente verde hasta la orilla de la playa. Orilla en la que decidimos pasar la noche. Durante la busqueda del sitio idóneo para pernoctar nos cruzamos con mucho windsurferos que volvían a casa después de un día normalito de navegación, supongo yo.
Una Rogue Hop (cerveza local orgánica y buenísima) viendo la puesta de sol sobre bonitas olas que rompían sobre unas rocas no tan bonitas (lease "con mala leche") y la presencia del volcán a mis espaldas.
Qué lástima no haber traído mi tabla. Me arrepentiré toda mi vida.



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